En el juego, como en el amor, no se improvisa by Ana E. Guevara

En el juego, como en el amor, no se improvisa by Ana E. Guevara

autor:Ana E. Guevara [Guevara, Ana E.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Humor, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-06-30T00:00:00+00:00


Capítulo 12

Meter en el ajo a Miguel. ¡Qué ocurrencia! Un disparate de ese calibre solo se le podía ocurrir a Maxine, que a veces tenía la cabeza en las nubes. Un pizzero en un robo, ¡ja! Como si hacer pizzas fuera lo mismo que el sutil arte de llevarse la propiedad ajena. No, por supuesto que no. Era una locura y no pensaba dar su brazo a torcer.

Se había separado de las chicas una hora antes y, a pesar de que Sony le había propuesto llevarla a casa en coche, ella había decidido declinar la invitación y volver en metro. Vio al resto del equipo meterse en el vehículo de la rubia y las despidió con la mano mientras ella se dirigía a la entrada que llevaba hacia las entrañas de la tierra, pero en el último momento cambió de opinión y decidió caminar. Había un buen trecho desde la pizzería a su casa, pero necesitaba ese tiempo para reflexionar.

La verdad es que llevaba andando casi una hora y de ese tiempo le había dedicado cinco minutos a recordarse a sí misma que era una de las herederas, y el resto del tiempo a pensar en por qué Miguel no era apto para el trabajo. Caminaba sin rumbo fijo, perdida en sus pensamientos, cuando de repente se paró en seco; no solo estaba pensando en por qué no deberían contar con él para dar el próximo golpe, sino que estaba pensando en él. Simplemente en él. En esa sonrisa infantil, en sus ojos almendrados, en que siempre parecía estar de buen humor… ¡Basta!

—Es un simple pizzero —dijo en voz alta, y algunos transeúntes se volvieron a mirarla como si estuviera perdiendo la cabeza.

Maxine tenía el poder de meterse en su mente y desbarajustar todo. Primero fue con la historia de por qué estaba su nombre en la lista de Fidelina, y ahora esto. Aunque, claro, con lo primero acabó teniendo razón, ¿es posible que…? ¡Que no! Que Miguel no va a formar parte del robo y punto; y si las demás no están de acuerdo, que busquen otra ladrona tan talentosa como ella.

Miguel es un pizzero, bastante mono, eso es cierto, pero pizzero a fin de cuentas. Claro que nadie sospecharía que están conchabados y le podrían echar la culpa si algo salía mal. Aunque el pobre chaval no se lo merecía, siempre se había portado muy bien con ella. De hecho, no había hecho más que demostrarle que era una buena persona.

Se detuvo delante de un letrero de neón.

—¡La madre que me parió! —exclamó en voz alta.

Llevaba una hora caminando en círculos y acababa de volver a la pizzería. Soltó todo el aire que había estado aguantando en los pulmones con un sonoro suspiro.

Negó en silencio al tiempo que empujaba la puerta del local, se iba a arrepentir, estaba segura, pero sus pasos la introdujeron en el interior del lugar sin que ella pudiera hacer nada para remediarlo.



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